Hablar de Miguel Hernández Gilabert es hablar de la irrepetible Generación del 27, de la última guerra civil española y, como cualquier contienda humana, hablar de sus catastróficas consecuencias. Es también, hablar de la cerrazón, el bloqueo internacional y por encima de todo, es hablar de poesía en mayúsculas.

Miguel, un silbo bruno es un breve ensayo biográfico del poeta, escrito en prosa poética. Posteriormente adaptado a teatro y representado, a lo largo de toda la geografía española, por el actor Miguel Molina. Posteriormente, con ardua labor de investigación documental y gráfica de la época, se presenta como documental cinematográfico. He invertido tanto tiempo en comprender la vida de Miguel Hernández que, de manera inadvertida, lo escribí en primera persona. 

Consta de tres capítulos, a saber:

Orihuela: narra los primeros años de la vida de Hernández en su pueblo natal, el primer contacto con la cultura, sociología local de la época, las primeras fuentes de influencia literaria y, por supuesto, la poesía.

El café Gijón: primer contacto con los protagonistas de la Generación del 27 y los interminables viajes entre Orihuela y Madrid. Toma de contacto con el surrealismo poético al conocer a Aleixandre y Neruda. La ventana abierta a una nueva forma de escribir, alusiones eróticas y sexuales y, por consiguiente, nuevas formas de entender y desentender la vida del poeta.

Guerra, presidio y muerte: el propósito fundamental de este trabajo, entre otras cosas, es pedagógico. Desmitificar, aquello que se tergiversó durante la dictadura, aspectos de la vida de El Poeta del pueblo o como designó Dámaso Alonso, Genial epígono de la Generación del 27. También intenta, demostrar que hay formas distintas de enseñar literatura que, por ende, es hablar de historia y sociología de la época.